Su vida ha estado llena de reveses |
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Gran contrarrelojista |
Tras la cara, un tanto ajada por las continuas desilusiones sobre la bicicleta, se esconde un hombre frío, calculador y, sobre todo, tenaz. Cadel Evans (Katherine, Australia, 1977) no ha dejado de insistir. “No parará hasta que logre el Tour”, aseguraba recientemente su padre. Pues bien, el momento de gloria para el jefe de filas del BMC ha llegado. Cada lágrima que corría por su mejilla en el podio de Grenoble llevaba reflejadas todas las veces que el australiano se ha quedado a las puertas del éxito.
Desde su nacimiento la vida no le acabó de sonreír. Cadel nació con la nariz rota. Era la señal de que su existencia caminaría por la senda del sacrificio infinito y una aécdota si se compara con lo que le ocurrió con tan sólo ocho años. La coz de un caballo enfurecido estuvo a punto de dejarle en silla de ruedas. Los médicos no terminaban de confiar, pero ese fuerte carácter que comenzaba a aflorar le hizo levantarse del duro golpe.