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viernes, 16 de septiembre de 2011

Un rebelde sin más ganas de bicicleta


Campeón del Tour 2008.


Tuvo que llegar el día. El instante en el que Carlos Sastre, de 36 años, se bajara de la bicicleta, por mucho que el ciclismo español no lo quisiera. Este abulense de adopción vivió y vivirá para el deporte del pedal.
Anunciando su adiós.

Profesional en todo momento, no disfrutó realmente las mieles del éxito hasta que, en 2008, París entero se rindió a su figura vestida de amarillo escoltada por el Arco del Triunfo. Había ganado el Tour de Francia con una subida a Alpe d’Huez para enmarcar. Llevaba muchos años que, aún teniendo el rol de gregario, era muy protagonista en todas las carreras. El triunfo en la Grande Boucle le llevó a tener todos los galones, pero fue el Giro de Italia de 2009 su última gran carrera. Desde entonces, Sastre peregrinaba por las carreteras sin acabar de creerse que sus piernas no eran las de un chaval. Él quería poder, pero efectivamente, no podía. No era el de antes. Y de ello se dio cuenta en 2010, pero quería ver las carreras desde la tranquilidad que da no tener que hacer un buen papel para poder seguir en el ciclismo, desde atrás. “La decisión estaba tomada desde el año pasado, y mi intención era disfrutar de las competiciones este 2011. El comienzo del año no fue sencillo, porque las enfermedades que he padecido no me dejaron hasta mitad de temporada disfrutar, pero la tensión se ha ido rebajando y ha sido bonito el final”.

De gregario a campeón.
Es la despedida de un ciclista que en su código genético lleva escrito ser un deportista batallador, comprometido, trabajador y un tanto rebelde. Carlos, nacido en Leganés (Madrid), cambió joven de aires. Se fue a El Barraco (Ávila) para formarse en la Fundación Provincial Deportiva Víctor Sastre, su padre. No tardó en destacar. Ganador en escuelas, batallador en cadetes, completo, responsable, líder y con enorme visión en juveniles. Esos primeros pasos bajo la tutela de su propio progenitor le llevaron al destino por el que pasaba toda la materia prima de calidad formada en El Barraco: el equipo Sub 23 de Banesto. Allí tuvo sus primeros desencuentros con quien era su director, Alfonso Galilea. Los primeros de muchos debido a su carácter, un tanto peculiar.

Estos roces le llevaron a debutar como profesional en 1997 en la ONCE. “Manolo Saiz ha sido la persona que me enseñó a ver mis límites, el trabajo duro del ciclismo, el sacrificio y muchas cosas por las que le estaré eternamente agradecido, ya que me dio la oportunidad de llegar al equipo de Riis, que junto a los cuatro años de la ONCE fueron los mejores de mi carrera”, admitió Sastre en la rueda de prensa de despedida.

En memoria de El Chava


Fue a las órdenes de Bjarne Riis en CSC cuando ganó un Tour que dedicó a José María Jiménez, El Chava. El ciclista fallecido prematuramente era su cuñado y con el que compartió más horas de bicicleta. Fue el cénit en su carrera, fue el inicio de su descenso. El crecimiento de los Schleck le llevó al Cervélo en 2009.

Una vez más tuvo un encontronazo con el que se convirtió en su director, Jean-Paul Van Poppel, debido a desaciertos deportivos de este. No fue menos en su última etapa en el Geox, pero supo acatar su puesto de gregario para Juanjo Cobo. “Llegar a la Vuelta, tener al ganador de la carrera y ser campeón por equipos ha sido el mejor colofón a mi carrera”. Una carrera que se acaba encima de la bici, pero no al lado. “Llevo toda la vida relacionado con este deporte y me gustaría seguir en este mundo”.

Texto escrito por Luis Valladares y publicado en LA GACETA (Intereconomía) el 16 de septiembre de 2011.

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