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jueves, 14 de febrero de 2013

¿Por qué el ciclismo está sucio?

“Todos los ciclistas se dopan” o “el ciclismo está podrido” son dos de las oraciones más espetadas por la sociedad, al menos española, sobre el deporte del pedal. Pero, ¿por qué se ha llegado a esta situación? El ciclismo se ha confundido en muchos de los pasos que ha dado, pero vayamos por partes. 

Y la primera es definir dopaje. Si nos ceñimos a la RAE, sería “acción y efecto de administrar fármacos o sustancias estimulantes para potenciar artificialmente el rendimiento del organismo con fines competitivos”. No obstante, es posible consumir fármacos o sustancias estimulantes sin dar positivo debido a los límites que con muchos productos se establecen. Por esto, vamos a partir de la base en este post de que dopaje es única y exclusivamente saltarse las normas establecidas por la Agencia Mundial Antidopaje (AMA), que para algo la financian los gobiernos.

 



Una vez aclarado el primer punto, viajemos al pasado. Conviene saber que el ciclismo fue uno de los primeros deportes de la era moderna -si no el primero- en los que se probó la eficacia de sustancias para mejorar el rendimiento. Y es que las primeras pruebas sí que se ponía al límite el físico humano con carreras en las que los ciclistas podían estar fácilmente pedaleando más de un día en condiciones más que precarias.
La ambición de conseguir resultados, de permanecer en la historia en un deporte de competición ha llevado a lo largo de las décadas a los deportistas a tomar sustancias para mejorar el rendimiento en busca de la gloria. Pero, ¿es la competición un inocente juego de niños en el resto de deportes? Permitidme dudarlo.
La muerte de Tom Simpson en el Tour de Francia de 1967 por la mezcla de anfetaminas, alcohol y el insoportable calor y, sobre todo, el caso Festina en 1998 despertaron el interés de las autoridades por luchar contra el dopaje. La idea de la trampa ganaba peso en la sociedad. Por todo esto, la AMA se fundó en 1999, financiada con dinero de los diferentes gobiernos. Fue un punto de inflexión para este deporte por varios motivos. El más duro fue que el aficionado al deporte dejó de creer en el ciclismo. Acto siguiente lo hicieron patrocinadores. Entonces, los corredores comenzaron a aceptar una vigilancia que tiempo después se convertiría en una intromisión en la intimidad del ciclista. Todo valía -y parece que aún vale- para tratar de lavar una imagen con una mancha enorme.
El deporte de los pedales se ha convertido de un tiempo a esta parte en un circo ambulante que viaja por una autovía que cada pocos kilómetros tiene colocado un radar de alta precisión. Unos fijos y otros ocultos. En otras disciplinas, la distancia entre unos y otros se multiplica, sólo los hay en un carril y no tienen ni siquiera flash. ¿Está limpio ese deporte entonces o es que no hay capacidad -voluntaria o involuntariamente- para pillar a todo aquel que traspasa los límites establecidos? Me resulta curioso cómo cada positivo en ciclismo es una puñalada y en algunos otros deportes se puede utilizar incluso como que la lucha antidopaje funciona a la perfección.
Los valores de los que presume el ciclismo en carrera contrasta con el silencio cuando la palabra dopaje forma parte de la conversación. Por desgracia, este deporte se ha ganado por su multitud de errores que la presunción de inocencia no exista. Insisto, por desgracia. Y mucha culpa de esto lo tienen las federaciones, encabezadas por la UCI (Unión Ciclista Internacional). El ‘caso Armstrong’ les ha dejado en evidencia definitiva, por mucho que Pat McQuaid se apresure a afirmar que Lance dejó claro que ellos no tenían nada que ver. Mentira, diría yo. Antes, ya habían tratado de tapar el positivo de Alberto Contador. ¿Qué no sabemos?
Queda claro que un cambio es necesario, tanto por arriba como por abajo. Hay una mentalidad que debe cambiar: saber ser críticos, funcionar con eficacia y sin hacer sangre de un ciclismo ya de por sí malherido. Para ello, hay que confiar en los jóvenes, en una educación en el que sean conscientes de que consumir sustancias prohibidas es tan triste como atacar en un avituallamiento. Por otro lado, cada vez estoy más convencido de que es necesario una modificación de la normativa, sobre todo en lo referido a los castigos. Creo en las segundas oportunidades, no en las terceras. ¿Cuántas lleva el ciclismo? Ni sabríamos cómo empezar a contar. Por esto está sucio.

1 comentario:

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