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sábado, 7 de julio de 2012

'Tourminator' total

Se trata de la caída con más dañados en lo que va de Tour. / AFP
LUIS VALLADARES. / @LValladaresG
Avisaba Peter Sagan, jocoso, con un timbre en su manillar que la jornada agitada. Aire fresco el que aporta el eslovaco a un pelotón temeroso de otro día negro. Y lo fue. Porque el Tour de Francia, la mejor carrera según los propios profesionales, provoca un grado de tensión casi exagerado. Todos quieren brillar, y el brillo de tanto protagonista potencial no cabe en una carretera de siete metros de ancho -tampoco lo haría en una de cincuenta-. Brilló 'Tourmitanor', el que da pedales. Pero quizá este ciclista, imperial, no merece tanto este calificativo como la sexta etapa en sí. Aciaga, y el fin de la carrera para unos y de las opciones para otros.


Las caídas son la esencia de la primera semana. Algo a lo que todos los ciclistas temen pero, por orgullo, se niegan a renunciar. El hambre de estos tipos es infinito. En los últimos días, el tramo de seguridad de los tres últimos kilómetros había salvado a más de un favorito. Pero ayer la montonera fue a falta de 24. Algunos de los candidatos al podio final no se salvaron. Entre ellos, un Alejandro Valverde que parece no haber cambiado su suerte tras cuatro años de ausencia de la ronda francesa. Frank Schleck, Michele Scarponi, Ryder Hesjedal o Robert Gesink fueron otros de los afectados. "Van como locos, se creen que todos pueden ganar el Tour", se lamentaba el murciano después.

Valverde siendo atendido por un médico. / EFE
  Pero mención especial merece el caso de Óscar Freire. El cántabro no cuenta. Él participaba en la Grande Boucle con la ilusión de un niño, con el sueño de ganar una etapa en su ¿última? participación. El duro asfalto conoció de golpe el costado del español. Demasiado de golpe. El resultado fueron tres costillas rotas, un pulmón perforado y un billete a Londres que se rompe. Aún así, llegó a la meta.

Mientras los ciclista caídos se iban levantando -o, en el caso de algunos, abandonando-, los supervivientes a la caída –entre ellos Samuel Sánchez, aunque pierde a tres compañeros– decidieron no parar, al contrario. Impusieron un ritmo muy alto. Por detrás, los los afectados por fin reemprendían la marcha y se empezaban a organizar con unos dos minutos y medio de retraso.

Valverde contó con la inestimable ayuda de Cobo. El Bisonte comandó la estampida y logró reducir la diferencia hasta los 2:08 en meta. Meritorio trabajo teniendo en cuenta que por delante el BMC, Orica-GreenEdge y Lotto imponían un ritmo infernal para aprovechar la situación y, de paso, luchar por la etapa. 

Sagan, a lo Balotelli. / Reuters
 Y fue en este apartado cuando Sagan tocó el timbre en un sprint casi mágico. Sorteando ciclistas desde atrás -uno de ellos Van Hummel, que rompió su cadena justo delante del eslovaco- y adelantando a Greipel, el gran triunfador de los dos últimos días. El velocista del Liquigas ganó y brindó otra de sus celebraciones: a lo Balotelli. Eso sí, sin restar mérito a su volata en Metz, hay que mencionar que el alemán del Lotto habría sufrido una dislocación en su hombro izquierdo tras la caída y el mismo se lo recolocó. Otra pasta.

En definitiva, una accidentada etapa que pone fin a la temida primera semana y da paso al primer final en alto. Es el turno de los escaladores, que este año están obligados a no contemporizar y atacar desde la primera rampa. El duro y explosivo puerto de La Planche no hará ganar el Tour a nadie, pero sí perderlo.

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