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miércoles, 31 de agosto de 2011

El ciclismo está de luto: el cáncer gana la etapa al ‘Profesor’ Fignon (aniversario)

Hoy hace un año nos enterábamos de la muerte de Laurent Fignon. Su pérdida conmocionó al mundo del ciclismo aunque no cogiera de sorpresa. Desde LA GACETA hubo espacio para acordarse del 'profesor':
 

Ganador del Tour en 1983 y 1984
Las gafas de Laurent Fignon desprendían disciplina y su desaliñada coleta rubia, un carácter más que especial y complicado. Por algo era el Profesor. Un joven ciclista que irrumpió en el pelotón de los inicios de los ochenta para suceder a Bernard Hinault como ídolo francés. Dos Tour de Francia en el palmarés con apenas 24 años. Un prematuro vendaval que no pudo conquistar la tercera ronda gala. Igual de temprano ha sido su marcha de este mundo. Hace 14 meses, el mismo Fignon anunció que padecía un avanzando cáncer intestinal que afectaba al páncreas. Inició entonces la etapa de su vida en la que luchó con optimismo contra la enfermedad. No pudo vencer y ayer París, donde fue aclamado por su gente, vio cómo se marchaba para siempre.    Fignon se prestó a plantar cara desde el primer instante. “Me han detectado un cáncer de las vías digestivas. No sé exactamente dónde. Es un cáncer avanzado, con metástasis, que afecta al páncreas”, declaró con aparente serenidad, aún a sabiendas de que la parca corría a visitarle, seguramente, en cuestión de meses. Tenía todas las de perder. El órdago fue demasiado obvio. No obstante, hubo que agotar las mínimas posibilidades. Y esto, junto a su inconformismo genético, le mantuvo positivo.

Su seña: coleta y gafas.
    El cáncer, veloz, ganó terreno en sus entrañas. Según los médicos, sus coqueteos con las sustancias dopantes en su época de profesional no fueron la causa. Mientras, Fignon siguió fuerte frente a la adversidad. Al menos así se mostró. Siguió trabajando como asesor en el Tour y como comentarista para la televisión francesa en las ediciones de 2009 y 2010. En la última, su labor quedó lastrada por un ganglio hipertrofiado que bloqueaba sus cuerdas vocales. Su voz fugitiva era inequívoca señal de una muerte anunciada. El tratamiento de quimioterapia fue baldío y el díscolo corredor acabó ingresado en estado crítico. Los Campos Elíseos lloran su marcha.

Un ciclista sin suerte
Unió la poca suerte con lo prohibido
Laurent Fignon debutó en el ciclismo profesional con 22 años y apenas un año después ya lució maillot amarillo en el Arco del Triunfo. Empezó ahí su rivalidad con Hinault, el otro gran ídolo galo. Al año siguiente, el Profesor repitió escena en la capital parisina. La última vez allí, en su carrera favorita.

    No tuvo precisamente lo que se conoce como la suerte del campeón. En 1985, las diferentes lesiones y una operación de tobillo impidieron que defendiera el título. En la edición siguiente, unas anginas le obligaron a abandonar.

    Entonces llegaron sus flirteos con las sustancias prohibidas. En 1987 tampoco pudo luchar por la victoria por dar positivo por anfetaminas. “En mi época todo el mundo hacía lo mismo, como hoy el día todo el mundo hace lo mismo”, declaró en su libro Éramos jóvenes e inconscientes, donde explicó su lucha contra el cáncer. En la edición de 1988, una caída echó por la borda todo el trabajo del año.

Un símbolo para los actuales.
    Por último, en 1989 ocupó un agridulce segundo puesto en París. El estadounidense Greg Lemond le arrebató en la última contrarreloj el jersey de líder. Memorable. Fue la diferencia más pequeña jamás registrada, 8 segundos. Ese mismo año se alzó con la maglia rosa en el Giro de Italia.

    Estos contratiempos le hicieron alejarse del salón de la fama de los mitos como el propio Hinault, Eddy Merckx, Jaques Anquetil, Miguel Indurain o Lance Armstrong.

    Fuera de las carrera de tres semanas, consiguió grandes clásicas, como la Milán-San Remo o la Flecha-Valona. Así, hasta sumar un total de 80 victorias. “Nunca estaré satisfecho”, analizó después de colgar la bicicleta en 1993. Ayer, la muerte le encontró joven, tal y cómo le llegó la gloria.

Texto escrito por Luis Valladares y publicado en LA GACETA (Intereconomía) el 1 de septiembre de 2010

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