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sábado, 2 de julio de 2011

El amarillo en París, su mejor defensa

Un Tour cuestionado, un Tour para defender

Querer es poder. Lo sabe bien Alberto Contador (Pinto, 1982), quizá sea de lo que más seguro esté en este momento. Su vida en el ciclismo ha sido una continua lucha contra la adversidad. De plantarle cara a la muerte allá por 2004, a tener que defenderse ante todo tribunal que se le pone por delante en un caso, el del clembuterol, que tiene más dudas que picogramos. Pero no todo es tristeza en su carrera; al contrario. Su alegre pedaleo ha dado numerosas tardes de deleite a este país, tantas como disparos de Alberto. Es el gesto triunfal e imborrable del pistolero, el que quiere repetir el 24 de julio.


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En sus piernas está igualar a Miguel Indurain con siete Grandes; en su cabeza, demostrar sobre el asfalto que es capaz de ganar sin hacer trampas. Él es el mejor escalador del mundo. Él es el que defiende la gloria de los Campos Elíseos, su honor en el ciclismo. Y repetir retrato será el mejor argumento ante los jueces que deben dictar su futuro. Si gana, serán dos Tour y un Giro a confiscar; nada más y nada menos.

Cuando era niño y Alberto salía al balcón de su casa, un silbido bastaba para tener numerosas palomas comiendo a su alrededor. El tercero de los cuatro hermanos Contador tenía el don de atraer a las aves. Eran su pasión. Bendito cambio de afición. De las alas a las ruedas. Y sobre el asfalto su capacidad de atracción sigue intacta.

Y ahora, cuando todos los objetivos manchados por las dudas apuntan hacia su delgada figura, se ha creado una coraza. Recuerden cuando se hizo público el resultado adverso, cómo la pesadumbre invadió su cabeza. “Cuelgo la bici”, pensaba. Pero ya no es el ciclista vacilante del año pasado. El que da una palmada a Andy Schleck en la llegada del Tourmalet. Ya no importa tanto el qué dirán, porque si le criticas, acelera; si le abucheas, ataca; si le insultas, gana.

Él será el patrón del pelotón. Como tal, se tendrá que defender a cara de perro ante las decenas de acometidas. Así lo ha hecho esta temporada. Porque, aunque ha competido dos días menos que su gran rival, su compromiso ha sido total. Desde el Algarve hasta Castellón, no se ha dejado llevar. 44 etapas en 2011, 44 días al límite. No hay cansancio que valga en este Tour clave para él. La luz al final del túnel es de color amarillo.

Texto publicado en LA GACETA (Intereconomía) el 2/7/2011 por Luis Valladares Garvín

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